La Cuarta Transformación, en su nueva etapa bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum, enfrenta uno de sus retos más complejos y cruciales: limpiar de corrupción el sistema de aduanas del país. Este no es un tema menor ni técnico, sino un desafío estructural que pone a prueba la coherencia, credibilidad y el compromiso real del gobierno con la transparencia y el combate a la corrupción.
Hoy, más que nunca, se vuelve urgente abordar este problema de raíz. Tras su reunión con Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Sheinbaum anunció la renovación de un acuerdo binacional para el intercambio de información aduanera, originalmente firmado en 2022 durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Este pacto representa una oportunidad histórica para elevar los estándares de operación y confianza en la frontera más importante de América Latina. Pero también coloca a México bajo escrutinio internacional.

Y es aquí donde surgen preguntas clave. No solo para la presidenta Sheinbaum, sino también para dos figuras centrales en la nueva administración: Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, y Édgar Amador Zamora, nuevo secretario de Hacienda. ¿Están verdaderamente listos para trabajar en conjunto y desmontar los esquemas de corrupción que han permeado las aduanas durante años? ¿Van a impulsar, sin titubeos, una purga efectiva y transparente de los funcionarios que operan desde la opacidad y el abuso del poder?

La presidenta ha dado señales claras de que está tomando cartas en el asunto. Su administración ya implementó un sistema digital de monitoreo diario de ingresos aduanales, una herramienta creada por la Agencia de Transformación Digital que permite detectar caídas irregulares y compararlas con datos del año anterior. También ha advertido que continuará la revocación de patentes a agentes aduanales involucrados en actos ilícitos.
Sin embargo, los avances tecnológicos no bastan si no se acompaña de decisiones firmes sobre el personal que opera en las aduanas. Algunos personajes clave que fueron colocados durante el sexenio anterior, y que hoy siguen en funciones, representan un lastre para el proyecto de transformación. El caso de Alex Tonatiuh Márquez Hernández es especialmente alarmante: está vinculado a indagatorias por tráfico de diésel, biodiésel y gasolina provenientes de Estados Unidos, y se le señala por haber operado de forma irregular un despacho en la colonia Roma con recursos de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM).
¿Puede alguien con este historial seguir al frente de una de las ventanas más sensibles del comercio mexicano? ¿No afectará la relación bilateral con EE.UU. mantener a personajes bajo sospecha en puestos estratégicos? ¿No sería esta una excelente oportunidad para despejar dudas, abrir investigaciones a fondo y enviar un mensaje claro de que con la 4T no hay impunidad?
La consolidación de la ANAM en 2021, con plena autonomía operativa y presupuestal, fue una de las apuestas más importantes del presidente López Obrador para sanear el comercio exterior. Pero esa visión solo se sostendrá si ahora se toma la decisión política de limpiar de verdad. Los funcionarios corruptos no deben tener cabida en una institución que pretende ser emblema de la legalidad y la transparencia.
Por eso, la pregunta es también para el canciller Marcelo Ebrard: ¿cómo garantizar la confianza del gobierno estadounidense en este nuevo acuerdo si México no depura su estructura aduanera? Y para el secretario de Hacienda, Édgar Amador Zamora: ¿cómo fortalecer la recaudación y proteger los ingresos públicos si se mantienen esquemas de complicidad dentro de la ANAM?
Hoy, la presidenta Sheinbaum tiene la oportunidad de transformar el sistema aduanal en un modelo de integridad. Pero no puede hacerlo sola. Se requiere un esfuerzo coordinado, decidido y valiente de todo su gabinete. Y también, voluntad para romper con inercias heredadas, aunque eso implique incomodar a quienes todavía operan desde las sombras del viejo régimen.

La ciudadanía y nuestros socios internacionales están observando.
La transformación, si es verdadera, también debe cruzar por las aduanas.

